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bacterias podían sobrevivir a las penicilinas desarrollando un gen que las hacían resistentes. Han
sido los clínicos los que de forma reiterada han puesto en valor esta observación cuantificando
la magnitud del problema y determinando las bacterias que se hacen resistentes. De nuevo la
interacción entre disciplinas básicas y clínicas se hace necesaria y recientemente diarios de
prensa general, informaban que un paciente con una enfermedad infecciosa resistente a
bacterias fue tratado con un fago, una especie de virus que ataca a las bacterias. Cada bacteria
tiene al menos un fago específico por el que puede ser atacada y por tanto destruida.
La especialidad en la que he trabajado más de 30 años es la Alergología, una rama de
la inmunología clínica. Como todas las especialidades, la función de los médicos es de servir de
puente entre la ciencia básica y la clínica haciendo viajes de ida y vuelta en ambas direcciones,
aunque el punto de partida en nuestro caso, médicos clínicos sería desde el bedside to the bench.
Esta especialidad tiene fuerte conexión con los problemas actuales que están ocurriendo tanto
producidos por virus, como los desencadenados por una respuesta a partículas ambientales o
reacciones a agentes químicos.
Las reacciones a fármacos que estudiamos en el campo de la Alergología, algunas
severas, se parecen inmunológicamente mucho a las producidas por virus: tienen un tropismo
especial por ciertos órganos tales como la piel como el virus del herpes o los virus que producen
exantemas, el hígado (virus de las hepatitis) o el pulmón. Los linfocitos T como en el caso de la
respuesta a los virus, tienen un papel importante. En ocasiones virus y fármacos interactúan para
producir una respuesta alérgica. Por otra parte, la administración de vacunas, tales como las que
se prescriben para los enfermos alérgicos, inducen la aparición de anticuerpos bloqueantes de
los que se ha hablado mucho a lo largo de esta epidemia. Además, dichas vacunas son capaces
de inducir distintas subpoblaciones de linfocitos T específicos para las proteínas que se
administran en dichos extractos, aspecto del que se ha hablado muy poco en el curso de esta
epidemia.
Finalmente, las aplicaciones de las vacunas de ARN no sabemos hasta donde pueden
llegar, pero son aplicables a muchas especialidades. De hecho, cuando Katalin Karikó, Robert
Langer y Drew Weissman desarrollaron la tecnología que ha permitido el éxito de esta vacuna,
su idea original era aplicarlas a enfermedades como el cáncer o patologías cardiacas. La
producción de anticuerpos frentes a proteínas extrañas dentro de nuestro propio organismo que
induce al sistema inmune a responder a estas proteínas exógenas, puede ser una estrategia de
vacunación con aplicaciones que vayan más allá de lo que inicialmente se plantearon estos
investigadores.
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