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(Corpus hippocraticum), compuesta por 53 tratados que
         tradicionalmente se han atribuido al médico Hipócrates
         de Cos (460-370 a. e. c.), asimila y hace suya la teoría
         de los cuatro elementos, añadiéndole rasgos propios.
         La combinación de los cuatro elementos daría lugar a
         cuatro humores orgánicos: la sangre, la flema o pituita,
         la bilis negra o melancolía y la bilis amarilla o cólera.
         “Cada uno de estos humores se asociaba respectiva-
         mente a uno de los cuatro órganos principales: el cora-
         zón, el cerebro, el bazo y el hígado”, apunta Ballester y
         explica que en cada órgano predominaban las cualida-
         des que formaban los elementos que los componen.

         Según este planteamiento, la salud era el resultado del
         equilibrio y armonía de los elementos, los humores y
         sus cualidades, mientras que la enfermedad era enten-
         dida como un desequilibrio relacionado con la mezcla
         (crasis) de los humores del organismo. La teoría humo-
         ral tuvo un recorrido muy largo y se expandió amplia-
         mente en el mundo alejandrino y en el romano. En este
         último caso, la experta en Historia de la medicina de
         la UMH destaca la figura de Galeno de Pérgamo (129 -
         216 e. c.): “Su figura fue fundamental. Galeno sintetizó
         el modelo biológico y médico que permaneció vigente
         no solo a lo largo de la Edad Media (siglos V - XV), sino
         también durante los primeros siglos de la Edad Moder-
         na (siglos XV -XVIII)”.                                                                   Interpretación del mundo
                                                                                                   supralunar planteado por
                                                                                                   Aristóteles
         A través de Galeno, la influencia de Aristóteles pro-
         porcionó  un fundamento  sólido de los  esquemas  de
         la ciencia antigua, especialmente para la biología y la
         medicina clásica helénica, pero también a otras áreas
         científicas: “Sus aportaciones a la ciencia tienen mu-
         chas vertientes entre las que figuran los presupuestos
         filosófico-naturales, lógicos y éticos. Además, su obra
         biológica supuso un cambio profundo en el campo de la
         morfología, porque inició la anatomía estructural con su
         planteamiento acerca de la composición de los seres vi-
         vos y el concepto de parte anatómica”, señala Ballester
         y añade que sus aportaciones a la zoología descriptiva
         sentaron las bases de la anatomía comparada.

         En esta línea, Ballester hace hincapié en la importancia
         de conocer los orígenes de la tradición científica. “No
         solo como homenaje a sus protagonistas, sino, sobre
         todo, porque nos dan claves para saber de dónde ve-
         nimos y nos permite transmitir a las nuevas generacio-
         nes la pasión por el conocimiento”, señala. La experta
         parafrasea al médico e historiador Pedro Laín Entralgo   Chemist (El químico escéptico). El inglés decidió llamarse ‘químico’ en
         (1908 - 2001): “El sabio antiguo albergó el proyecto   lugar de ‘alquimista’, debido a la mala reputación que tenía el término
         de un conocimiento puramente intuitivo del cosmos. El   al vincularse constantemente con fraudes en la producción de oro. En
         «elemento» de Empédocles o el «humor» de los hipo-  esta obra, Boyle establecía que un elemento es una sustancia que no
         cráticos serían realidades elementales intuibles con los   puede  ser  descompuesta  en  sustancias  más  simples  y  descartaba
         ojos de la imaginación o con los ojos de la cara. Apoya-  que estuvieran hechos unos de otros, sino que se trataba de cuerpos
         da sobre ellas el saber científico acerca de la naturale-  primitivos. De esta forma propuso que los cuatro elementos aristoté-
         za vendría a ser una armoniosa construcción mental de   licos no podían serlo.
         intuiciones reales e intuiciones posibles”.
                                                         Sería Antoine de Lavoisier (1743-1794) quien crearía la primera lista
         No será hasta el periodo de la Baja Edad Media (siglos   de elementos tal y como hoy se conocen. Con la nueva química, las
         XIV y XV) cuando se llegará a la conclusión de que el   nomenclaturas pasarían a ser menos imaginativas, pero más eficien-
         saber científico no puede ser meramente intuitivo, sino   tes: el ‘aire inflamable’ sería denominado ‘hidrógeno’, el ‘azúcar de
         que debe sustentarse en otras bases. De esta necesi-  Saturno’ sería ‘acetato de plomo’, el ‘vitriol de Venus’ sería ‘sulfato de
         dad surgirá el desarrollo de la ciencia moderna y con-  cobre’. Al igual que los presocráticos trabajaron para distinguir el mito
         temporánea y, por lo tanto, nuevos métodos de estudiar   del conocimiento real de la naturaleza, durante la Ilustración (1685-
         la naturaleza.                                  1815) se creó un nuevo lenguaje que derivó en una manera distinta de
                                                         pensar en la ciencia: experimental, racional y libre de las tradiciones
         Ya en plena revolución científica, el filósofo natural Ro-  clásicas. El trabajo de todas estas mentes perseguía un objetivo co-
         bert Boyle (1627-1691) publicó el libro  The Sceptical   mún: saber qué es la materia.

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